martes, 3 de enero de 2017

Santiago, ciudad integradora

No podría asegurar que todos los caminos conducen a Santiago, pero sí sé que todos los que conducen a Santiago son buenos. Santiago de Compostela es el paradigma de ciudad universal, por tradición, por historia y por méritos; es la meta de la peregrinación religiosa y también cultural, universitaria y, como no, gastronómica. Sobran motivos para visitar Santiago de Compostela. Es uno de los rincones obligados de Galicia, con sus estrechas callejuelas que nos llevan hasta su imponente catedral, epicentro de la ciudad y de todas las peregrinaciones mundiales. Santiago es una ciudad “meiga”, cautivadora. Basta poner un pie en la Plaza del Obradoiro para percibir la mezcla de emociones multiculturales. Nadie es forastero en Santiago. Yo, que soy de Lugo, me siento en parte también compostelano, porque Santiago, como capital de Galicia, nos acoge a todos los gallegos y como meta que es de las peregrinaciones desde la Edad Media, recibe con los brazos abiertos a todos los caminantes del mundo. No en vano, en 2004 la ciudad recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia como símbolo del encuentro entre personas y pueblos. Es este carácter vertebrador y fraternal, que entronca con lo religioso, una de sus señas de identidad, conservada durante años y que ahora, algunos, pretenden poner en duda. Las creencias personales deben permanecer separadas del simbolismo que envuelve a Santiago, porque es precisamente ese espíritu abierto el que ha situado a la ciudad en la élite de las capitales culturales europeas. Los “alardes de laicidad” que abanderan muchos de los que se hacen llamar alcaldes del cambio, no pueden ni deben poner en entredicho tradiciones seculares que no solo son religión, sino también base del turismo y la economía. En los más de mil años de historia del Camino, millones de peregrinos han recorrido la geografía gallega hasta llegar a Santiago y han aportado vitalidad social, cultural y económica a las cuatro provincias. Está claro que los intereses personales rupturistas nunca deben estar por encima de los del conjunto de la sociedad. Las mareas que han llegado a Santiago, a pesar de ser ciudad de interior, quieren modificar tradiciones tan antiguas como necesarias. Con sus políticas de cambio ponen de manifiesto que non son capaces de asumir la responsabilidad que exige una ciudad como Santiago de Compostela. Y es que los cambios, no siempre son buenos y a veces marean. Apelo al espíritu de concordia, hermandad y solidaridad que caracterizan al Camino de Santiago y a estas fechas en las que nos encontramos para seguir haciendo de Santiago una ciudad acogedora y un destino de referencia. Debemos empezar 2017 con amplitud de miras, huyendo de los localismos y abogando por un espíritu abierto e integrador. Porque no podemos olvidar que todo lo que es bueno para los compostelanos es bueno para los gallegos.

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