martes, 1 de abril de 2014

D.E.P.

Adolfo Suárez nació en Ávila pero pudo perfectamente haberlo hecho en A Coruña. Fue, como él mismo contaba, una circunstancia accidental. No se trata de reivindicar aquí su procedencia porque si algo quedó claro en estos últimos días es que desde todos los lugares de España emerge, con idéntica intensidad, una inmensa estima por su trayectoria política y también vital. Nada nuevo podré decir de él. A estas alturas es casi una obviedad apuntar que fue una pieza fundamental (podríamos decir que claramente imprescindible desde la amplia perspectiva que aporta el discurrir del tiempo) en el complicado tránsito de un régimen dictatorial a uno democrático. Con todo lo que este proceso supuso: amnistía política, legalización de partidos, convocatoria de elecciones, apertura diplomática y recuperación de las relaciones internacionales, redacción de los estatutos de las comunidades y de la Constitución, la bien llamada de la Concordia, … y todo esto en un ambiente de extrema complejidad política, de crisis económica, de activismo terrorista e incluso de un intento de golpe de estado. La discrepancia de entonces se convirtió en elogio sincero ahora. Su talante facilitó una reconciliación nacional imprescindible para encarar el futuro. Abogó por la reforma frente a la ruptura; renunció a la parcialidad para representar a la totalidad, al interés personal por el bien general y lo hizo desde la convicción, el honor y la valentía. Virtudes que ahora parecen trasnochadas, casi denostadas ( o quizás no tanto) pero que hicieron de él, entre otras cualidades, un gran hombre de estado. Hoy, en un contexto de dificultad económica, de conflictividad social y también política, en el que la ciudadanía manifiesta un preocupante desapego hacia sus políticos, el cariño y respeto demostrado por la gente a Adolfo Suárez nos debe invitar a la reflexión, a tomar nota y fundamentalmente a seguir su ejemplo y los valores que representó, y por encima de todos ellos el de la moderación y la concordia por los que, de hecho, recibió el Príncipe de Asturias en 1996. De los muchos gestos y palabras significativos de Suárez me quedo con su templanza durante el intento golpista y con una de las frases de su último discurso como presidente: “Me voy porque ya las palabras parecen no ser suficientes y es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos”.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Suarez xunto con Don Manuel son douas das personas que mais admiro, políticos honrados e dos que nunca se lles soupo ningunha metedura de man na caixa.
uns exemplos para a sociedade.
mágoa que xa non estean

manto dijo...

Se ha ido un hombre de estado, un gran hombre que antepuso los intereses de la Nación a los suyos propios.
La libertad y los logors de los que hoy gozamos, en gran parte se deben al germen que él planto en nuestra sociedad.
DEP Presidente

Anónimo dijo...

Como todo en esta España nuestra, llega tras la muerte, pero antes, tanto la rancia derecha como la izquierda de Felipe, le dieron hasta en el carnet de identidad.
Un incomprendido del que hoy no sentimos mas que admiración
Los reconocimientos serán pocos, su mayor logro? unir a los españoles en un momento delicado, donde todo podría haber pasado.

Anónimo dijo...

Un presidente para la historia, sin duda.
limpio homrado y cercano. le debemos mucho

Anónimo dijo...

si algo nos dejó Suarez, fue que juntos podemos conseguir casi cualquier cosa, hasta la paz social entre españoles.
El entendimiento y el saber adaptarse a la época que venía, sus grandes logros.
La democracia una herencia que no debemos dilapidar

Anónimo dijo...

Suárez un presidente que supo apartarse por lo q él creía el bien del país
hoy cuantos saben irse?

Jose dijo...

Adolfo Suárez demostró ser una persona digna y con buen estilo, y hay que reconocerle lo que por derecho le pertenece. A grandes rasgos, las cosas se hicieron con acierto. Lo único que no me gusta es la forma en que evolucionaron algunas solo por el hecho de haber tratado de dar satisfacción a unos nacionalistas que nunca están contentos. Sin ir más lejos, la educación nunca debió dejar de ser una competencia exclusiva del Estado.

Un afectuoso saludo, Xosé Manuel.

Anónimo dijo...

un presidente para el recuerdo, otros para el olvido
DEP