jueves, 18 de agosto de 2016

ESTABILIDAD O DESGOBIERNO Con su decisión de hacer coincidir los comicios en Galicia con los vascos, Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a demostrar que los intereses de los gallegos están por encima de todo. El PPdeG tiene enfrente a un conjunto de formaciones que todavía no han hablado ni de programas ni de proyectos para Galicia, porque la mayoría están aún decidiendo su fórmula organizativa. Solo hay que ver el proceso de casting, a modo de reality televisivo, que han llevado a cabo. En En Marea, abanderada de la celebración de primarias, han sido los alcaldes de Santiago, Ferrol y A Coruña los que han elegido al magistrado Luis Villares sin consultar con la militancia, consiguiendo así su propósito de apartar a Beiras de la vida política. Villares, el candidato teledirigido, es un ejemplo más de lo que la nueva política entiende por democracia. Las Mareas y la formación de Pablo Iglesias han esperado hasta el último instante para decidir de qué manera se presentarán a las elecciones y han tomado la decisión a la desesperada. Por su parte, el BNG afronta los comicios con los deberes hechos, pero sin saber si ha tocado fondo en su pérdida de apoyos electorales. En el PSdeG madrugaron para escoger a su candidato, Joaquín Fernández Leiceaga, pero parece que ahora ni ellos lo consideran adecuado. Las decisiones de la gestora, que dirige el partido tras la marcha de Gómez Besteiro y del candidato electo Leiceaga se imponen en las provincias de A Coruña y Lugo, pero no así en la de Pontevedra, donde Abel Caballero sigue llevando la voz cantante. Mientras, en Ourense todavía perdura la sombra del exsecretario Pachi Vázquez. Este es el desmembrado panorama de la izquierda en Galicia; frente a esto el PPdeG continúa siendo un partido sólido y unido, con años de trayectoria, que no tiene dificultades internas y que pude dedicar todo el tiempo a lo que realmente importa: Galicia y los gallegos. El modelo que nos espera si Alberto Núñez Feijóo no consigue una mayoría suficiente para mantenerse al frente de la Xunta es el de un popurrí de partidos con incapacidad demostrada para llegar a acuerdos incluso dentro de sus propias formaciones.

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