lunes, 17 de julio de 2017

Recuerdo a un compañero

Este fin de semana he participado en la Escuela de Verano “Miguel Ángel Blanco”, en Bilbao. Lo he hecho con satisfacción, pero también emocionado al recordar a un compañero al que le arrebataron la vida vilmente hace 20 años. ETA decidió matarlo el 10 de julio de 1997 cuando sólo tenía 29 años; lo que no se imaginaba la banda terrorista es que su muerte sería el principio del fin de la violencia etarra. Aquel mes de julio de hace dos décadas toda España contuvo el aliento durante dos días, jóvenes, mayores, niños… todo el país salió a la calle para mostrar su repulsa al asesinato y con la esperanza de que sus verdugos escucharan el clamor popular y no cumplieran su macabra amenaza. Fue una oleada de indignación nunca antes vista que generó un movimiento social que permitió arrinconar a la banda terrorista y demostrar que la democracia tenía la fuerza suficiente para derrotar al terror. Todos sentimos como propio ese dolor por la muerte de Miguel Ángel. Lo mataron por defender la libertad, a sangre fría, sin compasión. Y esto no podemos olvidarlo, es nuestro deber homenajear su figura para que nadie olvide y para que las nuevas generaciones conozcan lo que vivimos hace 20 años. Miguel Ángel es el símbolo del dolor, de la rabia, de la valentía, de la solidaridad, de la unión de los demócratas, por eso no es bueno generar fisuras en torno a él, ni utilizar su imagen con fines partidistas. Su recuerdo siempre estará con nosotros, porque su muerte, que no ha sido en vano, no puede caer en el olvido. Lo ha dicho su hermana, Marimar Blanco, él es el símbolo de todas las víctimas de ETA. El símbolo del poder de los demócratas, del poder de la palabra y el diálogo frente al terror y las balas. ETA ya no mata y dice que ha entregado las armas, pero todavía queda un camino por recorrer para que la banda se rinda definitivamente, se disuelva, ayude a esclarecer los asesinatos y pida perdón a todas las víctimas que deja a sus espaldas.

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