viernes, 11 de mayo de 2018

Dignidad, memoria y justicia

No puedo hacerlo de otra forma, hoy la primera línea de este artículo es para ellas, para las víctimas y sus familias; para todas y cada una de las víctimas de ETA. Merecen mi apoyo y el de toda la sociedad y quiero que estas primeras líneas sirvan de homenaje a todas. ETA acaba de anunciar, previo ruido mediático, su disolución. Pero que no quieran engañarnos, no es una disolución voluntaria, la banda terrorista se ha visto obligada a desaparecer. No les ha quedado más remedio que hacerlo porque se han visto acorraladas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la acción de la justicia y el clamor unánime de los demócratas. Ha sido la democracia, la que ha vencido al terror. Lo ha dicho nuestro Presidente, Mariano Rajoy y los etarras deben tenerlo claro: no habrá contrapartidas; no habrá impunidad. Los crímenes de ETA se seguirán investigando y las condenas se seguirán cumpliendo. La única política antiterrorista de futuro será aplicar la ley. No podemos olvidar las amenazas, las extorsiones, los tiros en la nuca, las bombas en centros comerciales, en casas cuartel, en los coches, en la calle… sin importarles a quiénes se llevaban por delante. Los asesinos siempre han sido indiferentes al sufrimiento causado, es más, su objetivo era generar el mayor terror posible. Planeaban minuciosamente atentados que pretendían ser lo más sangrientos posibles. ETA desaparece pero no el recuerdo de las víctimas ni el daño causado. Deberían haber pedido perdón y no lo han hecho. Quedan más de 300 crímenes pendientes de esclarecer y deberían colaborar para hacerlo, para que los responsables se sienten ante la justicia. ETA tiene a sus espaldas 50 años de actividad terrorista en los que se han llevado muchas vidas por delante, en los que ha roto muchas familias pero, afortunadamente, no ha conseguido ninguno de sus objetivos políticos. La unión social y el Estado de Derecho han conseguido doblegar a los asesinos. Han sido 50 años de actividad terrorista, de asesinatos injustos y crueles. Ninguno de ellos tiene justificación posible. Termino igual que comencé, recordando a todas y cada una de las víctimas y sus familias. Ellas son las únicas que merecen nuestro recuerdo y homenaje.

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