martes, 24 de junio de 2014

Renovación

Una monarquía renovada para un tiempo nuevo. Así lo dijo Felipe VI y coincido con él. Es más, concuerdo con todo lo que dijo en su primer discurso como Rey ante las Cortes, en el que se presentó totalmente consciente de la gran responsabilidad que, desde la Jefatura del Estado, acaba de asumir; de la necesidad de tener una conducta ejemplar que le otorgue la autoridad moral y el respeto que necesita para ejercer sus funciones. Me gustó especialmente que hiciera notar una diferencia sustancia con respecto al comienzo del reinado de su padre: Él es un rey constitucional. No lo olvidemos y valoremos su proclama de fidelidad a la Carta Magna en su justa medida, sin menospreciar el compromiso con valores sobre los que se asienta esa convivencia democrática: libertad, responsabilidad, solidaridad y tolerancia. Tengamos muy presente también que esa Constitución fija con rotundidad su papel. En nuestra monarquía parlamentaria el rey es un súbdito y su neutralidad, aderezada con discreción y prudencia, es un requisito imprescindible. Que nadie pretenda, en consecuencia, que impulse ningún tipo de acción política. Ese no es su cometido. Es árbitro, que invita, como ya lo hizo, y dentro del reconocimiento y respeto a la pluralidad, al diálogo. Pero no juega. Como bien dijo, la Corona es símbolo de la unidad de España y, en consecuencia, de estabilidad. Unidad que no es uniformidad. Matiz importante porque, en el respeto a la diversidad que caracteriza nuestra identidad, no cabe duda de que, como hasta ahora demostraron los hechos, cabemos todos. El Rey, haciendo gala de su bonhomía, agradeció a todas las personas que, de un modo u otro, contribuyeron a convertirlo en lo que hoy es. Y en ese apartado, claro está, sus padres ocupan un lugar especial: Don Juan Carlos por dibujar el camino hacia la democracia y doña Sofía por una vida impecable al servicio de España. Además, estableció dos objetivos claros y no únicamente para la Corona, también para el resto de instituciones. El primero: impulsar la recuperación del prestigio que las instituciones nunca debieron perder, una revitalización a la que debemos entregarnos a fondo todos los que, de un modo u otro, tenemos alguna responsabilidad en el seno de esas instituciones. Y, en segundo lugar, hacer frente a un problema que también es común a todos: la lucha contra el desempleo. Yo, como Felipe VI, también confío en el futuro de España. Me siento orgullo del nuevo rey y también de mi país, entre otras cosas, porque afrontamos con normalidad el relevo en la Jefatura del Estado, lo que pone de manifiesto nuestra madurez democrática, y porque estamos en el camino de dejar atrás la crisis económica.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema José Manuel, es que los ciudadanos estamos hartos de que ese desprestigio, como tu mismo reconoces, se quede sin castigo.
La tibieza de las medidas contra la corrupción son el gran problema que tiene este PP
no sus medidas económicas, no
lo son su guante blanco con los grandes estafadores, políticos y demás.
Si no fuese por eso, no dudes de que la ciudadanía os aplaudiría

Anónimo dijo...

Un novo rei pra un novo tempo,
é cedo para ver ate donde pode chegar
pero apunta maneiras o rapaz

manto dijo...

en mi opinión, un nuevo Rey, el más preparado, que debe de afrontar grandes retos para nuestro país, sin duda necesitará de la ayuda de los políticos, de los ciudadanos.
Creo que en estos casos, el símil futbolístico es adecuado, un partido de fútbol es bueno cuando no se habla del árbitro
Deseo que suceda lo mismo, que su papel sea decidido pero a la vez discreto.
Todos lo agradeceremos.

Anónimo dijo...

la renovación de la Corana era inevitable, el siglo que vivimos trae retos nuevos, y esperemos que esté a la altura