Día de Galicia

Próximos a celebrar el Día de Galicia, es un momento idóneo para renovar el compromiso con nuestra tierra, aunque debe hacer una matización obvia: todos los días son días de Galicia. En estas fechas es también ineludiblemente obligado tener muy presente el terrible accidente de Angrois, que hace un año nos sumió en un profundo dolor precisamente en la víspera de celebrar la onomástica del Apóstol Santiago pero también en un hondo orgullo por la marea de solidaridad y de comportamiento ejemplar esgrimido primero por los vecinos, que no sucumbieron a la parálisis que una tragedia semejante provoca, y después por el resto de la ciudadanía; vaya por delante entonces un merecido homenaje a ellos y un cálido y cariñoso recuerdo a todas las víctimas y a sus familias. Claro está que en este caso como, en general, en todos los logros colectivos de la historia reciente de nuestra Comunidad Autónoma, el mejor modelo a seguir en las dificultades somos nosotros mismos. Porque ser gallego, además de la mezcla de una reminiscencia celta y romana, de supersticiones, de paisaje, de gastronomía, de cultura, de emigración, de fin del Camino… implica también, y entre otras muchas cosas (incluida una defensa y ostentación orgullosa de una lengua propia en coexistencia pacífica con las demás lenguas oficiales), hacer uso de un espíritu emprendedor e incluso eliminar la resignación de nuestra actitud vital. En un contexto como el actual, en el que desde Cataluña se abrió una absurda reivindicación soberanista que, seguramente, la realidad convertirá en brindis al sol, me vienen a la memoria algunas reflexiones de un ilustre galleguista lucense, Ramón Piñeiro, como aquello de que somos gallegos de nación, españoles de historia y europeos de cultura. Una formulación que el PPdeG mantiene vigente, una defensa de los propio en el seno de la pluralidad. Unidad en la diversidad de la que Galicia es un modelo del buen entender y del buen actuar. Porque, con independencia de matices, hay algo evidente: el estado autonómico dio muchos y buenos frutos. Puede que, con el paso del tiempo, requiera actualización pero poco más. El propio Núñez Feijoo, junto con otros presidentes autonómicos, propone algunas modificaciones pero anteponiendo el interés general sobre el particular y amparando siempre las posibles modificaciones bajo el paraguas de un pacto de estado. En ese contexto se formula, por ejemplo, una nueva financiación autonómica que, por encima de todo, pretende garantizar servicios públicos básicos. Pactar gastos, en definitiva, para asegura la viabilidad económica. La unión hace la fuerza. Esta es la única realidad que todos deberíamos tener presente.